viernes, 20 de abril de 2018

Impresiones palindrómicas de la película más divertida que vi en los últimos tiempos


Raquel Ruiz
Cineasta argentina

Los palíndromos era una alegría que no conocía. O conocía poco y mal. A través de algunos cuentos de Cortázar –“Satarsa”, por ejemplo, del libro “Deshoras”, que está armado en base a un palíndromo: “Atar a la rata”. O “Lejana”, el cuento de Bestiario, donde su protagonista, Alina Reyes, pasa las horas haciendo palíndromos-.

Pero viendo la película ¡VIVA EL PALÍNDROMO! me sentí como un camello que acaba de descubrir agua en el desierto. Me dio felicidad confirmar que no he perdido un ápice de mi vocación lúdica, que sigo siendo en  esencia la niña que siempre me dio felicidad ser. Me sentí no sentada en una butaca, sino en medio de una fiesta, una tertulia de amigos –nombre derivado de Tertuliano, el Padre de la Iglesia que allá por el siglo segundo de la cristiandad gustaba de reunir a sus amigos para diletar a sus anchas-. Disfruté perderme en ese universo construido con una sensibilidad limpia y amorosa, estirar la mano y cuando creía iba a tocar una pared tocar una risa; dejarme llevar por las fuerzas misteriosas e innombrables que se mueven detrás de las palabras, por no decir, detrás de la vida. 

La película me ha dejado con el asombro en llamas.
Que viva el palíndromo!!!!

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